Deja que el viento invoque con su canto
Tu nombre en mis oídos ya desiertos
Que sea perenne la soledad en mi aldea
De pobres vagabundos sembradores de sueños.
Mas estos huertos helados son planetas
De hierro, flores, cantos y rocío.
Tú que siempre has sido primavera,
Has inventado el silencio largo.
El amor es silencio interminable.
Y tú eres la sirena inventora del mar.
Del mar azul y gris y horizontal.
Deja que estos instantes infinitos
Sean el camino que me guíen,
A descifrar el verbo de la vida,
El verbo del amor y el verbo de la muerte.
Este inmenso letargo me conduce
A espacios más allá de las estrellas.
Deja tú ahora que yo pueda encontrarme
Mas lejos de mi espíritu y cerca de tu boca.
Que tus dos ojos negros sean mi estrella.
Y tu cuerpo, el manantial de mi vida.